La oscura historia de la prima montse by Juan Marsé

La oscura historia de la prima montse by Juan Marsé

autor:Juan Marsé [Marsé, Juan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Conte
publicado: 2011-01-20T21:24:46+00:00


Intermedio

Capítulo 16

Cuando desperté, a media mañana, estaba solo. La luz amarilla se filtraba a través de las persianas. Lo primero que hice fue preguntarme si el marido de Nuria ya habría regresado, y en tal caso, si no sería mejor hablarle clarito de una vez. Pero otras preguntas todavía no formuladas, perezosas larvas de la víspera, y de mucho antes, de años antes, un amargo compuesto de ingredientes nocturnos y de cabos sin atar, todavía culebreaba perezosamente en mi conciencia cuando me incliné bajo el frío azote de la ducha. Luego me envolví en un albornoz azul que hallé colgado tras la puerta del cuarto de baño y me fui a la cocina. Nuria estaba en el jardín. Con los ojos puestos en ella, pero sin verla, avanzaba por un sendero en medio de la violenta luz de la mañana, junto al inocente y hermoso césped cuyo verdor cegaba, zahería mi conciencia, una enternecedora pradera que lamía, allá en el fondo del jardín, las losas rojas que bordeaban la piscina. Así pues esta mañana me arrastraba lamentablemente, pero en honor a la verdad no puedo hablar de resaca, era otra cosa: momentáneamente aplacada, la bestia presentía ya la horrorosa opacidad de una larga jornada gris, un domingo neurálgico. Ondulante, frágil y tostada, emergiendo de un espejuelo suavemente verdoso donde se reflejaba el sol y el cielo fúlgido, Nuria volvió la cabeza y me miró sonriendo. A ras de agua su boca era una herida rosada y fresca. Embutida en un mínimo dos piezas color naranja, nadó hasta el borde de la piscina. Las diminutas mechas mojadas se le pegaban al cuello y a la frente, y sus brazos y piernas ondulaban bajo el agua como serpientes.

–Buenos días, dormilón. ¿Cómo te encuentras?

–¿Bebimos mucho anoche?

–Tú, sí, una barbaridad.

–¿Cuándo vuelve Salva?

–Mañana -dijo agarrada al borde y salpicando el agua con los pies-. ¿Por qué?

De la vida conyugal sólo intuyo esto: absolutamente nada de cuanto se habla en la cama tiene que ver con lo que se habla fuera de la cama. De manera que esta mañana poderosa y omnipresente, exuberante de verde, verde triunfante, resucitado y misterioso como Lázaro, mañana en Pedralbes preñada de ecos, repique de campanas y gorjeos de pájaros (el jardín parecía una jaula enloquecida bajo los rigores del sol), no me extrañó ver esfumarse en Nuria los últimos vapores de aquella exultante evocación de la víspera.. Los movimientos de su cuerpo en el agua repercutían un instante sobre mis nervios, como por efecto de salpicaduras, me excitaban, por un momento creí que sería capaz de dar vida a cierto domingo ideal, pero no, pronto volví a hallarme sentado frente al pequeño espectro de la muerte: suya era esa frente de nácar perlada de gotitas de agua, suyo el leve jadeo que parecía mantenerla milagrosamente a flote. Incluso la sonrisa, tierna, una rosa reblandecida por la humedad, era la de Montse.

–¿Has desayunado?

–Un poco de café -dije-. Y un trago que me ha servido Purita con unta mirada absolutamente reprobatoria.

Por cierto,



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